En el medio de una vorágine social que convulsiona cada segundo a golpe de click, pocas son las noticias que pueden llegar a sorprendernos. Vivimos inmersos en una constante habituación a la violencia, al prejuicio y a una visión creciente y catastrófica del ser humano. Guerras, injusticia social y violencia son cabeceras de telediario y prensa desde la cotidianidad y nos sumergimos en un anestésico de dejadez cuando tocan a nuestra puerta. A mayor distancia, menos nos importa que los demás sufran y más nos sentimos conocedores de una verdad que no atiende a toda la generalidad del ser humano. Somos marionetas rotas en manos de los grandes poderes que desde sus triquiñuelas económico financieras, adoctrinan con cantos de sirena que nosotros mismos entonamos en clave de libertad.
Hace unas semanas fuimos testigos de cómo salía a la palestra en la prensa nacional, un ejemplo que nos muestra el apogeo del apocalipsis de todo resquicio de la humanidad que nos quede. Se trata de un nuevo vocablo, un neologismo que atiende a una de las mayores barbaries desde el punto de vista filosófico y moral de nuestros días, el Hospital dumping.
Hospital dumping, la deshumanización institucionalizada y cotidiana a la vuelta de la esquina.
A diario aparecen en los cada día más diversos medios de comunicación, neologismos o nuevos vocablos, generalmente extranjerismos tomados de voces inglesas, para denominar todo tipo de nuevas corrientes o inventos. Por veces son bellas palabras que pueden tener una traducción literal en nuestro idioma (brainstorming, visual thinking, coaching,…). Otras de ellas, narran auténticos infiernos espejo de lo más oscuro de nuestras creaciones. En este caso, queremos hablar hoy del Hospital dumping, práctica conocida el pasado mes y proveniente de EEUU. Este neologismo es noticia desde que el pasado 9 de enero profesionales de un hospital en Baltimore abandonaran a una paciente en la calle de una fría noche en ropa de cama.
Así, sin más y sin el menor amor hacia el prójimo, como si el filantropismo nunca hubiese sido ni siquiera una pequeña gota en el océano de nuestras capacidades. Este artículo de La Vanguardia, despataba el horror de un hecho que al parecer es más que cotidiano en EEUU. La práctica del hospital dumping estaría directamente relacionada con el homeless dumping. Si el primero es el abandono de los pacientes en la calle, el segundo es negarles el derecho a ser recibidos por refugios para personas sin techo o sin recursos. Porque como te habrás podido imaginar, el hospital dumping es llevado a cabo con aquellos pacientes que los hospitales consideran “problemáticos”, es decir, personas sin recursos económicos o drogadictos que no pueden pagar un tratamiento médico.
Desde nuestra concepción de la sanidad parece un despropósito, pero lo realmente increíble es que este tipo de acciones sean contempladas por los estadounidenses desde la cotidianidad. Los hechos con esta mujer en Baltimore han destapado una polémica que al parecer ya tiene una tradición escrita en código de derechos sociales mancillados en la tierra de las oportunidades.
Optimismo ilusorio y afrontamiento.
Pero lo que más puede llamar la atención ante este tipo de hechos es cómo los afrontamos o desde qué perspectiva. Es bastante probable que después de leer la historia de esta mujer en Baltimore pienses que fue un hecho aislado y que los medios de comunicación y divulgación lo engordamos y exageramos para crear una expectativa ante la noticia. Un pensamiento de este tipo es natural. Incluso puede que consideres que había cierta parte de justificación ante un hecho tan poco humano como lo es abandonar a alguien desprotegido cuando necesita ayuda médica. Habrá quien incluso argumente desde la culpabilización de la víctima. Ese clásico “algo haría ella“.
Este tipo de reacciones están fundamentadas en los sesgos ilusorios que nos creamos en efectos de afrontamiento de la realidad. Cuando debemos hacer frente a situaciones que nos resultan demasiado crudas, tendemos a ver las cosas con un filtro atenuado o desde la distancia pensando: esto no me va a pasar a mí. En este sentido, creamos una realidad paralela en la tienen cabida todos aquellos hechos que consideramos amenazantes y los encerramos en islas mentales donde carecen de efectividad. Con este pensamiento, alimentamos la ilusión de que el horror no existe a la vuelta de la esquina.
Educación y medios de comunicación, tan responsables como nosotros.
Pero no nos engañemos, nunca mejor dicho. No sólo el pensamiento ilusorio fomenta que este tipo de barbaridades proliferen. Los medios de comunicación también tienen su parte de responsabilidad. Una noticia que argumenta que hay personas que abandonan a su suerte a enfermos, negándoles asistencia médica, debiera ir siempre de la mano de la condena de este tipo de acciones. Este tipo de situaciones deberían denunciarse y contarse promoviendo una solución, no simplemente contándose para subir un número en la audiencia, en las visitas, en los lectores del medio.
Desde Planeta Hiedra, nos sumamos a las muestras de repulsa y de rechazo a todo tipo de violencia o de omisión a los derechos fundamentales de los ciudadanos de todo el mundo. Del mismo modo, reconocemos la ética en todo juramento hipocrático que ayude y sume y jamás a las prácticas que desamparen u omitan responsabilidades amparadas en el poder económico.
Un derecho no es lo que alguien te debe dar, un derecho es lo que nadie te debe quitar.
Anónimo.